El PSG, tras una remontada increíble contra el Tottenham en la Supercopa de Europa, demuestra su capacidad para superar adversidades, lo que podría influir en las apuestas deportivas, sugiriendo que su tenacidad puede llevar a resultados positivos en futuros partidos.
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El PSG, orgullo de campeón: remontada al Tottenham y Supercopa de Europa
El equipo francés, con solo una semana de entrenamientos, iguala en el descuento un 0-2 y supera en los penaltis a los ingleses tras empezar por detrás. La noche del PSG invitaba al abandono, y tampoco hubiera ocurrido nada después de sumar solo una semana de entrenamientos. Perdía 0-2 en el 85 después de muchos minutos de un fútbol en los huesos, nada que ver con el juego despampanante con el que alzó la Champions. Y, cuando atrapó la tanda de penaltis sobre la bocina con un gol de Gonçalo Ramos (no hubo prórroga), la empezó perdiendo con un fallo de Vitinha. Pero ninguna adversidad fue tan grande como el orgullo del campeón de Europa, que se levantó de todas en la Supercopa de Europa de Údine ante el Tottenham, que acabó la sesión mirándose al espejo sin saber qué había sucedido.
Lo que ocurrió fue que la arremetida final del PSG, agarrado a su talento, igualó un duelo que se daba por hecho en el bando inglés, sin más respuesta en el desenlace que acularse. A los muchachos de Luis Enrique les bastaron unas pocas sesiones en el campo de prácticas y 15 minutos de carga al área británica para volver a sacar pecho. La apertura del curso se había producido bajo el impacto de la fulminación de Gianluigi Donnarumma, que se quedó en París en una decisión técnica que Luis Enrique asumió por completo.
“Ahora en mi PSG necesito un portero con características diferentes, por eso hemos fichado a Lucas Chevalier [del Lille]. Así es la vida de los futbolistas de alto nivel”, trató de zanjar el asturiano en la previa sobre un meta al que le resta un año de contrato.
Sin embargo, el ruido creció al inicio de la segunda parte, cuando el nuevo portero se comió el 0-2 del Tottenham. Los cero disparos a puerta del PSG en toda la primera mitad revelaron el aire pastoso con el que maniobraba el conjunto francés. Ni rastro de ese grupo eléctrico y arrebatador que levantó en mayo la Champions con un 5-0 en la final al Inter. A Vitinha lo perseguía Sarr y, además, a su lado no tenía a João Neves (sancionado por tirarle del pelo a Cucurella en la final del Mundial de Clubes) ni Fabián (suplente). De Doué apenas había huella y Kvaratskhelia no picaba por la derecha. Demasiados pases lentos y pesados, y pólvora escasa.
Las piernas pesaban un quintal. Solo las contadas aventuras personales de Barcola por la derecha y un remate fallido de Dembélé agitaron algo el tarro. Muy poco a esas alturas ante un Tottenham con muchos más kilómetros en el depósito (llegó con seis citas de pretemporada), bien abrigado atrás con tres centrales y el plan claro de imponer el físico y la velocidad. Richarlison la tuvo en una contra que despejó Chevalier, hasta que el 0-1 cayó con el matasellos inglés de toda la vida. Pelotazo arriba del portero Vicario, prolongación de cabeza al área y, a partir de ahí, a cargar la jugada. El nuevo meta del PSG rechazó el primer intentó y, a la segunda, Van de Ven atinó dentro.
Y casi a punto del descanso, un cabezazo al palo de Kudus, una de las novedades de los Spurs para el nuevo curso (63 millones abonados al West Ham), donde ya no se encuentra el surcoreano Heung-min Son, tras 10 años en el club. El cabezazo bueno de los londinenses fue el de Cuti Romero a la vuelta de la pausa. Con la gran colaboración de Chevalier, que cometió un fallo grosero. El remate del argentino en el segundo palo no parecía el más dañino, pero el galo le entregó el 0-2.
Luis Enrique, que asistía sentado a la quiebra de su equipo, movió el árbol a la hora de juego para reordenar algo las piezas. Introdujo a Fabián por Kvaratskhelia, lo que recolocó a Doué en la derecha. El joven agradeció el cambio con un latigazo violento desde la frontal que repelió Vicario. Era el minuto 67 y fue el primer disparo a portería del PSG en la noche acalorada de Údine. El episodio, entonces sí, inauguró la arremetida terminal de los franceses. Ya no tenían otra. Lo probó Dembélé en un tiro desviado y el asturiano terminó colocando otro delantero en el área, Gonçalo Ramos, la bala buena.
Hasta que la ventanita se abrió para el PSG con un latigazo de Kang-in Lee en el 85. La necesidad y la cercanía del final aceleraron las maniobras francesas, que tampoco perdieron la paciencia para mover el balón frente a un Tottenham acantonado y fiado únicamente al reloj. Sin embargo, le sobraron tres minutos del descuento. Gonçalo Ramos atrapó un centro desde la derecha de Dembélé y condujo la cita a los penaltis, sin el apeadero de la prórroga, un cambio que agradecieron todos en pleno agosto.
Vitinha erró en la apertura de la tanda, pero dos fallos consecutivos de Van de Ven y Tel en el tercer y cuarto turno situaron a los parisinos en ventaja. El disparo de Nuno Mendes en el último cerró la gran demostración de rebeldía del mejor equipo de Europa, que se resistió a una muerte que durante casi toda la noche pareció cantada.
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